Al llegar a la Blue School,
en la calle Water de Manhattan, en Nueva York, con vistas al río y al
puente de Brooklyn, uno podría pensar que se ha equivocado y se
ha colado en el estudio de algún autor vanguardista. Con dibujos en las
paredes, amplios espacios para trabajar con las manos, telas, pinceles y
pinturas por todas partes y con luz natural en cada rincón del
edificio, diseñado como escuela por el arquitecto David Rockwell. Un
grupo de niños, de unos cuatro años, que caminan en fila cantando una
canción desvela la duda. Se trata del colegio creado por los tres
componentes del popular grupo creativo Blue Man –Phil Stanton, Chris Wink y Matt Goldman–, actualmente en cartel, en Las Vegas y Broadway.
En una de las aulas de 4º de Primaria, 15 niños junto a sus profesores dan saltos cuando suena la música.
Hay dos docentes por clase y una ratio de entre 5:1 y 8:1. Una alumna
escribe una operación en la pizarra: “8 x 2” y el resto continúa dando
saltos. 16 saltos. Es el resultado. La clase es de Matemáticas. Una de
las diferencias de este colegio con otros es su compromiso por vincular la enseñanza a los últimos adelantados de la neurociencia.
Si se conocen los procesos de desarrollo: físico, cognitivo, emocional y
lingüístico, ¿por qué enseñarles de manera lineal?, se preguntan. Así
un elemento presente es la música: “No solo porque es divertida e
instructiva sino porque apoya el desarrollo de un cerebro flexible y
construye felicidad general”, explican en el programa.
Este centro está considerado el único “Lab-School” (escuela-laboratorio) de Nueva York,
“un concepto incorporado en el trabajo de educación progresiva de los
filósofos John Dewey y Francis Parker”, explican en su web, lo que en
esta escuela supone que “lo académico se integre con las soluciones
creativas a los problemas”, aclara durante la visita, Dawn Williams,
directora de Admisión del centro. Además, todos los niños asisten dos
veces a la semana al estudio de arte “y conectan aquí con lo que están
haciendo en clase”. Y existen espacios comunes para practicar como: el Biolab, el Media Lab, el Construction Lab, la Sala de preguntas o la Sala fosforescente, una habitación con materiales que brillan al apagarse la luz.
Aprender con preguntas, no con respuestas
Otra de las claves del sistema “Azul” es que “se aprende
con preguntas no con respuestas”, explica Dawn Williams. “El
aprendizaje basado en la indagación se basa en la creencia de que los
seres humanos aprenden sobre el mundo a través de preguntas y de
experiencia”, puntualizan en la web. “Las escuelas a menudo diluyen la
energía creativa de los niños al insistir en una repuesta común para el
aprendizaje, una voz común dentro de la clase y estándares comunes”,
afirman. Lo que explica la variedad de sus actividades
extraescolares: desde la creación de cómics, chino mandarín,
introducción al diseño de videojuegos, bailes modernos, artes creativas,
diseño y confección de moda, ajedrez o baloncesto.
Padres, un vértice del triángulo
En otra de las clases, los niños, tumbados en la alfombra, rodean al
primo mayor de uno de ellos, que cuenta su experiencia como músico. A su
lado, hay platos con fruta cortada para el “snack time”
(tentempié). En un pasillo, algunas madres charlan sobre sus hijos. Y en
la recepción otras parejas toman café. “La mayoría de los colegios te
abre la puerta, entra el niño, cierran la puerta y te dicen: nos vemos a
las 3 de la tarde. Esto es tan extraño para nosotros. Somos padres
intentando hacer una comunidad, así que nuestro enfoque es de puertas
abiertas”, explica Goldman.
Cada lunes, por ejemplo, todos los alumnos, padres y
profesores se reúnen en el auditorio y presentan al resto en lo que
están trabajando y varias veces al mes participan un área de expertos,en
el que comparten sus pasiones, ya sean arquitectos, chefs o ingenieros.
Es lo que Goldman denomina los tres vértices del triángulo: “Alumnos,
profesores y padres”.
Tampoco las evaluaciones son las tradicionales, se hace un seguimiento de los proyectos del alumno pero nada de notas numéricas:
“Por supuesto que los niños tienen que tener práctica en hacer exámenes
pero darle a los niños una puntuación, no, no creemos en esto”.
“Lo que más deseo como padre para mi hijo es que tenga la máxima
satisfacción personal en su vida. Así que al final, más que de notas, se
trata de que aprendan a aprender, de hacerlo con alegría, de que sepan
colaborar y adaptarse a cualquier circunstancia, especialmente si no
sabemos cómo será el mundo, en 15 años, cuando se gradúen”, concluye.
El pasado 1 de abril, la OCDE reveló que el 28,5% de los
estudiantes españoles es incapaz de resolver cuestiones cotidianas,
según el informe ‘PISA 2012: Resolución creativa de problemas’.
La pregunta inevitable, la Blue School es una escuela privada pero,
¿podría exportarse su modelo, basado precisamente en la resolución de
problemas, a otros lugares? “Si los profesores se preocupan de la
neurociencia, si saben en qué sección del cerebro se produce el
lenguaje, ¿por qué no?”, responde Goldman, que explica que su propósito
“es tomar el enfoque del Blue School y compartirlo de forma que pueda
apoyar a los profesores en el entorno que tengan”.
Tomado de: http://www.reevo.org/externo/la-escuela-laboratorio-del-blue-man-group/